Casi todas las cosas agradables de la vida tienen un lado negativo…Una pena, pero es así. ¿A quién no le apetece un buen chapuzón en el agua clara de una piscina cuando el calor se instaura entre nosotros? Pocos y pocas renunciarían a ese placer, especialmente en los lugares del país que no disfrutan del privilegio del mar cercano. A pesar de ello, debemos tener en consideración algunos puntos para prevenir posibles enfermedades derivadas del uso de esa agua y lugar de ocio y descanso que es una piscina.

Nadar es una fantástica forma de realizar ejercicio aeróbico, con 2,5 horas por semana de esta actividad se puede disminuir el riesgo de enfermedades crónicas. Los nadadores habituales tienen la mitad de riesgo de muerte que las personas inactivas y además es un tipo de ejercicio preferido al realizado sobre tierra y que se puede realizar durante más tiempo sin provocar mayor esfuerzo de los músculos ni articulaciones. Como colofón también tiene efectos mentales beneficiosos y es una gran fuente de actividad para la gente mayor y mejorar el sistema óseo de mujeres posmenopáusicas. Hasta aquí todo ventajas. Veamos algunos de los inconvenientes y, lo más importante, como solventarlos.

Las infecciones transmitidas por las aguas recreativas son prevenibles con medidas sencillas por parte del público, el personal de los centros acuáticos y las autoridades de salud pública para evitar la presencia de gérmenes en el agua. La temperatura ideal del agua es de unos 25 °C, el nivel del cloro en el agua debe ser de 1–3 partes por millón y el del pH de 7.2–7.8. Los encargados del mantenimiento de la piscina deberían revisar los niveles de desinfectante y de pH al menos dos veces al día para disminuir las probabilidades de transmitir gérmenes. Cumplir estas características es la primera línea de defensa contra los gérmenes que causan infecciones transmitidas por las aguas recreativas.

Enterocolitis

Es la infección más frecuente adquirida por el uso de agua de piscinas. Los gérmenes que pueden contaminar el agua de la piscina son sobre todo Criptosporidium, —tolerante al cloro, puede vivir en las piscinas durante días y es la causa principal de diarrea en brotes en piscinas, ha aumentado su prevalencia un 200% en los últimos 4 años—, Norovirus, Giardia lamblia, Escherichia coli 0157:H7 y Shigella, causantes de una cuarta parte de los brotes diarreicos adquiridos en piscinas. Los niños, las mujeres embarazadas y las personas con sistema inmunitarios débiles corren mayor riesgo de contraer este tipo de infecciones.

Otitis externa

Es una infección de la parte externa del oído, muy común y relacionada con el uso de aguas recreativas, que puede aparecer a cualquier edad. Los síntomas suelen aparecer pocos días después de haber nadado y pueden consistir en: picor dentro del oído, enrojecimiento e inflamación en el oído, dolor cuando se ejerce presión en la oreja (‘signo del trago positivo’, esto la diferencia de la otitis media tan típica también de los niños), y salida de pus.

Suele aparecer cuando queda agua en el canal del oído durante largos periodos, creándose un ambiente propicio para el crecimiento de gérmenes, y aquellos presentes en las piscinas son una de las causas más frecuentes del ‘oído de nadador’. No se transmite de persona a persona.

Dermatitis

La dematitis puede ser causada por Pseudomonas aeruginosas, que es un germen con predilección por medios húmedos. El ‘rash’ (manchas rosadas que suelen picar) se produce tras contacto directo de la piel con agua contaminada unos días después del baño.

Los síntomas son: picor que puede acabar en piel enrojecida y edematosa. Se caracteriza también por ampollas de pus en los folículos pilosos. Importante no llevar mucho tiempo el bañador húmedo y lavarlo diariamente. Un buen manejo de desinfectante y pH del agua puede prevenir esta dermatitis.

Fuente: Maria Montserrat Olmo Plaza, Licenciada en Medicina y Cirugía por la UB. Especialista en Medicina Interna.